Hay lugares que el turismo no corrompe. Hay lugares en los
que queda intacta la historia, cuentan la historia de un lugar y la historia propia
de la persona que lo visita. Este es mi caso, estoy en el café Gijón de Madrid, centro de referencia de artistas, escritores y movimientos generacionales únicos, como la generación del 27.
El café Gijón no es grande. Es un espacio que sigue manteniendo aquel olor y aquellos colores de principios del siglo XX. La
gente de Madrid sigue viniendo aquí tanto a tomar café por las tardes, desayunar
churros o porras con chocolate, como comerse un fantástico menú de mediodía que
vale 12,50€, y que espero no descubran los turistas.
Parece que fue ayer que tenía 20 años y cogía que el avión de Iberia a las 7:00 de la mañana, porque era el más barato venir a Madrid, a ver a mi amiga Susana y a disfrutar de aquel mundo del cine, de teatros y de cafeterías que tanto me gustaba.
Me han dado una mesa
que tiene una ubicación bastante extraña, estoy situada en la entrada a mano
derecha viendo de frente a toda la gente que come. Me recuerda la película de "La Colmena" y el café en el que se reúne toda la historia del film.. En el café Gijón hay gente de todo tipo: gente mayor, amigas que conversan, gente que aprovecha la pausa del
trabajo, algún turista ojeando mapas, etc. Pero la mayoría de ellos son de aquí.
Eso es lo que diferencia el café Gijón de muchos otros lugares en
otras ciudades en los que la fama turística del lugar ha hecho que ya sea
prácticamente inconcebible para un/a vecino/a ir o visitar.
Miro a mi alrededor en esta panorámica 180° que tengo y veo aquellos
cuadros antiguos que dejaron pintores de varias generaciones que venían aquí hacer sus tertulias por las tardes y por las
noches, las lámparas tradicionales que hacen el espacio muy acogedor, veo las cuatro columnas que sortean los camareros uniformados y que le dan un estilo neoclásico al espacio, y lo que más me sorprende es
el reloj de pared que tantas horas habrá dado en este siglo de vida que tiene
el Gijón y que un cuarto de ese siglo me ha pertenecido a mí.
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