En pleno de corazón de Suiza, y entre lagos, bosques frondosos, túneles
infinitos e imponentes picos nevados, está la ciudad medieval de Lucerna, una
de las que mejor se conservan desde la época medieval quizá gracias a sus
torres, murallas y dos puentes de madera que la siguen protegiendo vigilantes.
La forma más simbólica y antigua de acceder a Altstadt es por uno de
los dos puentes, el más famoso, Kappellbrücke. Construido en el siglo XIV,
superó siglos de guerras hasta que en el 1993 sufrió un incendio que hizo
peligrar su estructura y perdió parte de sus casi 300 metros de longitud. Lo
superó, aunque perdió parte de sus pinturas originales que, actualmente, son
copias pues el resto están a salvo en el museo de historia de la ciudad. El
recorrido en zig-zag que hace el puente y, visto con perspectiva aérea desde el
Castillo de Gütsch, demuestra que el puente tuvo más función de muralla
que de acceso entre una zona y otra del río. El segundo puente de madera,
intacto desde el siglo XV, es el Spreuerbrücke, y desde él se puede ver la
estructura de molinos de agua que hubo en la ciudad hasta bien entrado el siglo
XX.
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Al ser Navidad, la ciudad está llena luces y figuras, un ice-ring con
vistas al lago y un foodtruck market en el que probar una buena raclette
y mezclarse con gente de la ciudad que van a tomar vino caliente mientras los
turistas disfrutan de carísimas fondues en pleno centro.
Basta con un día para verla, pero dos o tres mejor para vivirla, pasear por
el lago escoltado por cisnes, navegar en barco de vapor, y disfrutar de la
calma y belleza del paisaje alpino.