Hay pueblos españoles que merecen siempre un desvío de la autopista, aunque sea para tomar un café y dar un breve pero intenso paseo cultural por su casco medieval. Y uno de esos pueblos es Laguardia, en Álava, una villa que esconde castillos, tesoros y leyendas de nobles y reinas.
Desde el Castillo El Collado en el que nos alejamos, descubrimos un torreón que nos ofrece unas vistas espectaculares a los viñedos, bodegas y lagunas que rodean la villa y que son un manto de un verde intenso en esta época del año pues la vid está a punto de recolección. Me imagino cómo será en unas semanas con el ajetreo y la emoción de la recolección y que, probablemente, sea la principal actividad de la villa una vez el turismo de verano decaiga. El torreón en sí es un pequeño museo-homenaje al vino con muestras de botellas de diferentes zonas vitícolas europeas.
De paseo entre murallas, es primera hora de la mañana y la villa empieza a despertar con sus bares y algunas tiendas repletas de vinos, pan de vino, queso, longanizas y tantos delicatessen propios que, como siempre, son el mejor souvenir. En la tienda donde compramos un par de vinos de la bodega Medrano Irazu conocemos a una pareja del pueblo que traen un precioso border collie de un mes que se encargará de vigilar sus animales y viñas cercanas al pueblo. Por falta de tiempo no podemos ver el famoso reloj. algunas iglesias y la cueva subterránea pero como nuestro hotel es dogfriendly, podremos volver a pasar un fin de semana cultural y perruno!
"Paz a los que llegan,
Salud a los que habitan,
Felicidad a los que marchan"