Una vista 360 de los Dolomiti me envuelve en esta terraza
frente al Refugio Dolomiti en Monte Rite. Picos escarpados parecen
competir en altura, algunos de más de
3000 metros, y el viento nos trae el sonido de los Yaks tibetanos que habitan este monte en el que, Reinhold Messner quiso crear el Messner Mountain Museum en honor a
tanta belleza.
Tras una sinuosa subida en
microbús, vehículo únicamente autorizado para ascender desde el parquing más
cercano, llegamos al Refugio. Dejamos atrás varios túneles y edificios
militares de principios del siglo XIX altamente fortificados que se preparaban
para una durísima primera guerra mundial. El refugio forma parte del conjunto
de edificios militares y es, hoy en día, una cima de la que parten muchos
senderos de mayor o menor dificultad.
El Messner Mountain Museum recoge una colección de cuadros de los
Dolomiti y documentos de interpretación de la zona. Corona el museo unos
edificios de cristal, que recuerdan a bloques gigantes de hielo, y que permiten
ver una perspectiva 360 grados del entorno de picos que rodean Monte Rite.
El Refugio nos acoge con una cena
100% de montaña: zuppa d’orzo, nuderln di
rape rossa e ricotta affumicata, polenta con formaggio di malga alla piastra e
funghi, entre otros. Rucola, una perrita muy atlética, nos acompañana junto
al hogar.
Tras unas buenas grappe al mirtillo, mugo di pino, genziana,
salimos a ver el tan esperado cielo estrellado del 15 de julio y ahí está,
lleno de minúsculos aviones que sortean estrellas o, mejor dicho, lleno de
estrellas invadidas por muchísimos aviones.
Despertar y ver nacer el día entre sus picos, desayunar frente al lenguaje de sus formas y dejarse llevar por sus senderos y encontrar minúsculas stelle alpine, que en mi caso me transportan a una infancia lejana, nos recuerda lo pequeños y el valor de la natura.