Nos alojamos en Lyabi House, un
hotelito bellísimo a un minuto de la plaza con el mismo nombre y que ejerce de
centro social de la zona antigua. El hotel es una antigua casa de un
comerciante judío con una sala de desayunos porticada y decorada al más puro
estilo bujarí, con pequeños estantes en forma de arco ojival y pintados de
azul, rosa y verde.
La plaza Lyabi House se llena a
partir de las ocho de tarde de familias, niños que juegan con coches
teledirigidos, pequeñas tiendas que venden souvenirs
y bares que rodean el pequeño estanque. Rodeando la plaza, una mezquita y dos
madrasas. Una de ellas con un restaurante interior fabuloso, lleno de
mesas/cama elevadas, típicas de Uzbekistan.
Una de las primeras impresiones
es el estado de los edificios, reconstruídos pero no como en el Registan donde se redecora todas las
fachadas por la cerámica típica de aquí y sus motivos geométricos o florales.
Aquí las madrasas y mezquitas muestran en color de la tierra con algunos
azulejos antiguos que se han conservado.
En esta plaza disfrutaremos de
unos tés con Abror y Shukhrat, y probaremos el famoso arroz Pilaf uzbeko bajo
unos 39 grados de temperatura.