La península de Istria es muy conocida por sus paisajes de mar y una gran opción para viajar en diciembre, pero nos adentramos en su interior, recomendados por varios triestinos con ascendientes familiares en la zona, para hacer un viaje a través del perfume que desprende la trufa.
Groznjan (Grissignana)
La primera parada es el pequeño pueblo de Groznjan (Grissignana) que está sobre una colina rodeado de olivos y árboles de caqui. Construído en piedra, todo su eje productivo se basa en la trufa. Un señor de la zona, Zigante, encontró la trufa blanca más grande del mundo que, obviamente, reconoció Guinness. Las ventanas de colores sobre la piedra y una curiosidad, todas las casas tienen frente a la puerta una mesa de piedra con sillas de piedra, quizá para cenar en verano o tomar 'la fresca' como decía mi abuela. Tenemos la suerte de encontrar un bar abierto con unas vistas al valle increíbles y allí tomamos un vino de la zona.
Momjan (Momiano)
Seguimos con el tour por carreteras estrechas y sinuosas que nos llevan a Momjan (Momiano) donde está el templo gastronómico del tartufo, Konoba Rino. Es un restaurante en el que nada más entrar el aroma de la trufa te invade. Probamos los fusi (pasta) al tartufo, filetto (solomillo) al tartufo y la frittata (tortilla) al tartufo, todo monotema pero es que por estos precios en España pagaríamos el triple! En total, con vino y postre pagamos 120€ pafa cuatro personas.
Nos comenta Elena que su padre, gran cocinero veronés, congelaba il tartufo y recuerda abrir la nevera y encontrarse con su aroma. Es un producto muy preciado en cocina y en esta zona es un enclave único para encontrarlo y degustarlo, y ha permitido a estos pueblos medio abandonados tras las sucesivas guerras, disponer de una economía rural muy valorada por los turistas. Con la trufa hacen chocolate, aceite, salsas y patés, queso, patatas fritas, salami y hasta panettone.
Oprtalj (Portole)
Se acerca el atardecer y aún nos queda por visitar Oprtalj (Portole) y su impresionante Logia Veneciana. En el siglo XV, esta pequeña población hoy llena de casas aún destruidas por las guerras del siglo pasado, pasa a manos de la Serenissima Republica di Venezia, y habitantes de la laguna se instalaron aquí para establecer redes comerciales. Tan interesante es la zona que las tropas napoleónicas la conquistan a finales del siglo XVIII para en breve pasar a formar parte del imperio austro-ruso y posteriormente a Yugoslavia.
Pasear por Oprtalj es un viaje al pasado. Nada más cruzar el arco de entrada por la muralla, de frente hay un casa reestructurada y convertida en un pequeño museo de la cocina al aire libre. Con poca luz, ya anochece, el atardecer inunda de tonos violeta las casas vacías y destrozadas de la guerra y el olvido. Son muchas e impresiona. Hay más esculturas que personas en Oprtalj pero es lo que le da el encanto de pueblo fantasma.
Motovun
Dejamos atrás la colina de Oprtalj con un atardecer alucinante en el que los rayos violeta caen sobre las viñas y olivos. Nos vamos hacia nuestro último destino de la cuna de la trufa, Motovun, aunque llegamos ya de noche y solo nos da tiempo a disfrutar de la extrema pendiente de subida que hay. Nuestro amigo Massimo nos ha dicho que es otra población veneciana y que además su palacio municipal es Patrimonio de la Humanidad, pero ya no llegamos.
Al viajar siempre hay que dejar algo pendiente así que ya tenemos motivo para regresar a seguir descubriendo la historia que hay detrás de estas fabulosas colinas del tartufo.