viernes, 2 de octubre de 2015

Almaty: un viaje atropellado pero con principio y final feliz


Este viaje ha sido el más emocionante y atropellado que he tenido a Kazajistán. Ha valido la pena tanto por lo positivo como por lo negativo: lo positivo, la gente tan fabulosa que he conocido de Tarragona, Madrid y Milán, mis amigos del proyecto PEOPLE y la increíble hospitalidad kazaja; en lo negativo, porque he estado dos días sin salir de mi habitación, convertida en hospital de campaña con un suero en un colgador de abrigos, y sin poder comer. Pero atendida por un equipo de médicos de una eficacia impresionate. 


Los primeros días los paso en una Feria de Estudiantes donde aprendo a vender formación, conozco gente de muchos países Europeos que quieren atraer estudiantes kazajos que no tienen prácticamente posibilidades de venir a Europa por falta de recursos y de becas, doy una conferencia que me boicotea un miembro del Ministerio con una pregunta infinita, y disfruto con el grupo que formamos España e Italia post-trabajo. Nos vamos de paseo por el Green Bazaar, el Tsum convertido en Zara (polos opuestos), el “arbat” o rambla de Almaty y damos un inolvidable paseo de dos horas en un tranvía (www.tramcafe.kz) al que llegamos de forma atropellada con dos “black” taxis. Mis compañeras, menos Marina, un poco asustadas con eso de parar un coche y negociar que nos lleve.... y un momento de pánico cuando los taxistas no saben dónde está el tranvía y además no vamos los dos taxis juntos. ¡Una experiencia! 

Durante mis días de convalecencia, mis compañeros de Armenia, Georgia, Portugal, Suecia y Kazajistán me sustituyen y hacen un trabajo impecable. Consigo ir a la última cena, en la dacha privada del hermano de Saule, donde el karaoke internacional es el epicentro de todo. Me sorprende verlos cantar a todos canciones de Adriano Celentano con un acento italiano increíble. Parece ser que durante la época soviética la única música internacional que escuchaban era italiana. Me preparan una sopa mientras ellos comen Beshbarmak (hojas de lasagna con carne de caballo, ternera y cordero), Baursak (pan frito), y hacen “toast” con cognac y vodka. Creo que el derroche de cariño y amabilidad de la gente de Asia Central se encuentra en su carácter nómada que tanto admiro y espero haber adquirido, aunque solo sea un poco, tras tantos años con ellos.

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