Al acabar la conferencia,
Akmadjon nos sube a su coche y nos lleva
a las afueras de la ciudad. Entramos en una carretera de arena y pasamos
por varias casas de campo hasta que llegamos a la que es suya. Nos dice que nos
va a enseñar su secreto: su huerto. Lleno de frutales y todo tipo de verduras,
dispone hasta de un improvisado invernadero que ha plantado a unos dos metros
de profundidad. Nos da a probar el fruto de la morera, que está ahora cayendo por
todas las calles de Uzbekistán, el pepino pequeño, que nos lava y nos da a
probar, los albaricoques, las cerezas, etc. Un motivo que aparece en todos los
dibujos, bordados, cuadros, e incluso cerámica, es la granada, que consumen
chafándola poco a poco con los dedos, haciendo un agujerito, y bebiendo como
zumo.
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