No es mi primera vez en Bishkek, antigua Frunze durante la época soviética, capital de la República Kirguís, antigua Kirguistán. En 100 años, el país ha cambiado tres
veces de nombre y para los estándares internacionales de aviación, sigue siendo Frunze.
Ciudad ahora gris, verde durante la época soviética me dice Chy,
con grandes avenidas imposibles de cruzar, si no fuera por los pasos subterráneos que son, en definitiva, pequeños centros comerciales, con un centro
neurálgico en el que
empieza a haber tiendas de souvenirs y varios museos nacionales.
El taxi, esta vez uno de verdad, me acerca hasta la avenida
arbolada que llega a la estación. Y allí, en una esquina,
me espera una cena en un décimo piso, con
vistas impresionantes a las montañas aún nevadas. Un cena
de lo más natural, con un
estofado de pollo con mucho caldo, aros de pan de la época soviética y bolas de
patata al chocolate. Y, como siempre, mucho té verde. Una noche en las alturas de una ciudad cargada de pequeñas historias por descubrir.
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