Hace pocos días, el 27 de diciembre pasado, tuve la suerte de ser invitada “da Quintarelli” por su hija, Fiorenza, quien a través de una amiga común nos quiso ofrecer una cata de sus cotizados vinos y enseñarnos la puesta de sol desde la colina que albergan sus viñedos en Negrar (província de Verona), corazón de la Valpolicella. La luz se ponía sobre las doce hectáreas de viñedo que dan una selecta producción de unas 50.000 botellas al año embotelladas y etiquetadas, una a una, a mano. La noche de ayer, 15 de enero, nos dejaba uno de los poco artesanos vinícolas que quedan en un mundo en en el que domina la producción en masa.
Giuseppe Quintarelli “Beppi” fue siempre consciente de que la calidad está en el método y el proceso. Y su sistema siempre radicó en un cosecha pequeña pero mimada, en la que cada racimo era cuidadosamente seleccionado, transportado y “pasificado” en pequeñas cajas de madera de bambú que se apilaban una sobre otra y junto a otra, para así dejar que la uva poco a poco se fuera secando y adquiriera un tacto y gusto particular.
La zona de la Valpolicella produce desde principios del siglo XX un tipo de vino que destaca por el método que se utiliza durante su producción. Las uvas se desecan al quedarse un mínimo de 3 meses en cajas una vez vendimiadas, cuidando que queden bien extendidas para evitar que se desarrolle pobredumbre. En el caso de la variedad Amarone, la desecación de la uva puede durar hasta 6 meses momento en el cual se pasará a las barricas y en el caso del Recioto entre 6 meses y un año. En el caso de Quintarelli, la calidad de los materiales (bambú para las cajas y roble de Eslavonia para las barricas) asegura la calidad del caldo que posteriormente descansará un mínimo de 6 años para el Amarone classico y 11 años para el Amarone Superiore. Un sabor denso, una fuerte tonalidad rojiza y un grado alcohólico que puede llegar a los 16º es el resultado de un proceso altamente cotizado en el caso de los vinos de Giuseppe Quintarelli.
La zona vinícola de la Valpolicella cuenta con una larga tradición y prestigio. Dante Alighieri ya mencionó sus vinos en la Divina Comedia y su hijo Pietro adquirió una bodega que hoy día también forma parte de las cantine imprescidibles del Valpolicella.
La delicadeza con la que el proceso se lleva a cabo, la implicación familiar tanto en la vendimia como en el cuidado del reposo del vino, la discreción con la que albergan sus productos y un renombre adquirido por la calidad y las recomendaciones particulares son la herencia que su hija Fiorenza ha ido adoptando en los últimos años para perpetuar el buen hacer y legado que deja su padre.
*Imagen de Giuseppe Quintarelli extraída de http://www.premiataofficinadelgusto.it/
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