martes, 8 de agosto de 2017

Mis postales antiguas del Cabo de Peñas

Hace años iba con mi familia a Asturias, a un lugar de esos que tienen una vista al Cantábrico de postal, con el Cabo de Peñas de fondo y un manto verde que te abraza, y que de adolescente no valoras. Hoy, pasados 20 años, es una de las imágenes que me dan tranquilidad y a la que recurro siempre que puedo, sin nostalgia, porque siempre estará allí con su faro, su bar que ofrece exquisitas patatas al Cabrales y sus vertiginosos acantilados.

Cruzar el túnel del Negrón entre León y Asturias es entrar en otra dimensión dejando atrás el sol y el buen tiempo y entrando en una zona de niebla espesa y casi londinense. La autovía de La Plata te lleva hasta las tres ciudades más importantes (Oviedo, Gijón y Avilés), y que forman un triángulo de unos 30 km de distancia entre ellas.

Antes de llegar a Avilés nos desviamos hacia el promontorio del Cabo de Peñas por la carretera interior, la de las aldeas de El Valle y Susacasa. El verde que nos rodea es espectacular con casas de colores y campos donde vacas mansas pastan. Vemos el faro a lo lejos y allí está, a la derecha, un banco estratégicamente colocado que recuerdo de mi adolescencia con vistas a los acantilados de Bañugues, Luanco y de Candás: otra imagen de postal.

Una vez aparcado el coche, hay que dejarse llevar por los caminos que rodean el faro, que algunos transforman en escalada, y por la perspectiva panorámica que ofrece. También vale la pena visitar el Centro de recepción de visitantes e interpretación del medio marino de Peñas.


Y cuando ya la vista esté bien nutrida, un buen descanso en bar-restaurante Cuatro Vientos, no privarse, como mínimo, de una buena sidra y de las citadas patatas al Cabrales, y crear una postal mental, sensorial y muchas digitales para el recuerdo.

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