lunes, 31 de julio de 2017

Malta: caballeros sobre aguas cristalinas

Hacía más de 10 años que no venía a Malta y nada más aterrizar me han venido a la mente las historias de temibles caballeros en la bella y fortificada Valletta, la antigua ciudad de Mdina que parece vigilar la isla a 360 grados, las aguas cristalinas de Gozo y sus grutas, y sus campos mediterráneos circundados por muretes de piedra. En definitiva, un país en miniatura en una isla que autosuficiente desde hace siglos.

La primera vez que visité la isla alquilamos un jeep de los de dos marchas, descapotable y de color naranja, que resistió a nuestra vuelta a la isla en un día, a pesar de n su caótico tráfico, en un día. Supongo que hoy en día sería más fácil pues un gran cambio que he visto es la inversión en infraestructuras. Tan avanzado está que cada vez más malteses viven en Gozo y, con un ferry y las nuevas autovías, vienen a trabajar a diario a Valletta.

Llegar a la antigua capital de la isla, Mdina, una noche de julio es como subir a lo alto de la torre de un castillo donde el aire siempre te rodea y la vista te alcanza a ver el mar por entre prácticamente todas sus almenas. Palacios aristocráticos y mucho edificio religioso pueblan la conocida como “La ciudad del Silencio”. Pasear y buena gastronomía es lo a invita Mdina.


De este brevísimo viaje sin rumbo turístico me llevo la calidez de mis amigos Malteses, alguno de ellos famoso por haberse presentado a Eurovisión representando la isla, la panorámica aérea de Gozo, los famosos pastici de guisantes o de ricotta, las casas blancas aglomeradas entre autovías, rotondas y desvíos, y el tan característico acento inglés de los Malteses que me de nuevo me recuerda las historias de aquellos de temibles caballeros.

martes, 25 de julio de 2017

Messner Mountain Museum: El museo en las nubes

Una vista 360 de los Dolomiti me envuelve en esta terraza frente al Refugio Dolomiti en Monte Rite. Picos escarpados parecen competir en altura, algunos de más de 3000 metros, y el viento nos trae el sonido de los Yaks tibetanos que habitan este monte en el que, Reinhold Messner quiso crear el Messner Mountain Museum en honor a tanta belleza.

Tras una sinuosa subida en microbús, vehículo únicamente autorizado para ascender desde el parquing más cercano, llegamos al Refugio. Dejamos atrás varios túneles y edificios militares de principios del siglo XIX altamente fortificados que se preparaban para una durísima primera guerra mundial. El refugio forma parte del conjunto de edificios militares y es, hoy en día, una cima de la que parten muchos senderos de mayor o menor dificultad.

El Messner Mountain Museum recoge una colección de cuadros de los Dolomiti y documentos de interpretación de la zona. Corona el museo unos edificios de cristal, que recuerdan a bloques gigantes de hielo, y que permiten ver una perspectiva 360 grados del entorno de picos que rodean Monte Rite.
El Refugio nos acoge con una cena 100% de montaña: zuppa d’orzo, nuderln di rape rossa e ricotta affumicata, polenta con formaggio di malga alla piastra e funghi, entre otros. Rucola, una perrita muy atlética, nos acompañana junto al hogar.

Tras unas buenas grappe al mirtillo, mugo di pino, genziana, salimos a ver el tan esperado cielo estrellado del 15 de julio y ahí está, lleno de minúsculos aviones que sortean estrellas o, mejor dicho, lleno de estrellas invadidas por muchísimos aviones.

Despertar y ver nacer el día entre sus picos, desayunar frente al lenguaje de sus formas y dejarse llevar por sus senderos y encontrar minúsculas stelle alpine, que en mi caso me transportan a una infancia lejana, nos recuerda lo pequeños y el valor de la natura.