Pequeño pueblo blanco con casita bajas que combinan colores azules, rosas, verdes y algunas cubiertas de azulejos. En la rotonda de la entrada se encuentra la típica estampa alentejana: tres bancos de abuelos a la sombra de dos grandes sauces, todos con su boina.
Tomamos café en un quiosco cercano a la rotonda, un café Delta buenísimo, y paseamos algunas de las calles del pueblo. Todo el mundo saluda y todos miran curiosos. En la plaza de la junta de freguesía volvemos a encontrar más abuelos en la sombra, no hay más señal de vida. Localizamos panadería y supermercado y volvemos al campo.
De noche hacemos de nuevo un paseo por sus calles y nos encontramos una Vimieiro distinta, viva, activa, llena de gente tomando la fresca frente a sus casas, en corrillo. Otro espacio de reunión es la iglesia, punto central de conexión gratuita a internet que ofrece el pueblo. Ahora corre aire fresco y, como siempre, lo mejor es adaptarse a la vida de los lugareños para disfrutra mejor y más auténticamente del lugar.
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