Es de destacar la “solaridad” y ofrecimiento de los napolitanos, desde el taxista que te ofrece chicles y caramelos, hasta el director del hotel que te lleva en su coche al lugar de reunión. Los napolitanos interactuan constantemente, hablan, gritan, muestran, se tocan y te tocan. Desconocidos (como el taxista o un camarero) se despiden dándote la mano.
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La riviera y la imponente imagen del Vesuvio de fondo, con ese sol por el que se conoce a la “città del sole” invitan a pasear con precaución por sus barrios, en especial por los “Quartieri Spagnoli”, conocidos por agresiones constantes nocturnas pero merecen una visita diurna por sus estrechíssimas calles y sus ventanas abiertas que provocan la sensación de estar en la discusión que en las casas se produce.