Ciudad de tapas y de iglesias, Sevilla merece un buen paseo-degustación de 24 horas por sus barrios emblemáticos de Triana, Santa Cruz y Arenal. Empezar con Santa Cruz, calles blancas, fachadas amarillas y azules, su pequeña Judería y sus plazas, y recorrerla tapita tras tapita es un todo un disfrute. Los montaditos de pringá, de carne mechada, de jamón con salmorejo, de melva acompañados de manzanilla, de cruzcampo, de vino de naranja. Los mejores en la Bodega Santa Cruz (Las Columnas), en Casa Vizcaíno y en la Bodega de la Alfalfa. Visitas a la Virgen de la Candelaria y a la Virgen de las Nieves, con sus mantos blancos y sus cofradías vigilando. La noche...callejear buscando flamenco en locales de ensayo.
La mañana siguiente, un buen desayuno de tostadas con aceite en el horno de San Buenaventura y de camino a Triana. El barrio del Arenal con colmados y ultramarinos antiguos, placetas blancas llenas de flores y la imponente Maestranza. Cruzar el Guadalquivir desde la Torre del Oro y de nuevo callejear con un buen pescaíto frito en cucuruchos de la freiduría Pureza hasta llegar a la puerta de Triana.
Y, por último, carro de caballos desde el Alcazar y por el parque de María Luisa, para descansar un poco. En veces anteriores, visitamos el Alcazar y la Catedral que ocupan toda una mañana pero que podrían estar perfectamente incluídas en las 24 horas.
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